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Los intelectuales son como la mafia

2013
Intelectual

Cuando yo era un infante, allá por el período Silúrico, vivía como la ortodoxia sugiere, en casa de mis padres. Mi madre era una guatemalteca excéntrica y encantadora (alguna vez se enredó su peluca en la rama baja de un árbol y siguió caminando), mi padre era escritor y se codeaba con puro señor que ahora es calle, avenida o estatua. Carlos Pellicer, José Revueltas, Ernesto Cardenal, Miguel Ángel Asturias y Wilberto Cantón fueron algunos de los visitantes a una especie de bacanal romano que se organizaba en casa y que invariablemente terminaba con señores ilustres hasta la mismísima madre. Lo anterior no se lo cuento, querido lector, porque lo crea muy interesante, sino porque ejemplifica el nacimiento de un concepto que desde entonces ha sido vago para mí; “intelectuales”.

 

La Real Academia Española nos hace favor de definir intelectual de acuerdo a lo siguiente: 1. adj. Perteneciente o relativo al entendimiento. 2. adj. Espiritual, incorporal. 3. adj. Dedicado preferentemente al cultivo de las ciencias y las letras. U. m. c. s.

El asunto me deja in albis ya que supongo que absolutamente todo es relativo al entendimiento, no sé qué carajo es “incorporal” y supongo que si los intelectuales son sólo los científicos o los artistas pues el asunto se vuelve ligeramente discriminatorio para un señor que es arquitecto y también se dedica a usar las entendederas. Finalmente las siglas “U. m. c. s” las consideraré de por vida como un misterio impenetrable.

En este país por alguna derivación ignota se asume que un intelectual es una especie de lumbrera que va por la vida tirando garbanzos de a libra y que, como los amigos de mi padre, se convertirán en calles, nombres de escuelas públicas o estatuas, quizá el gremio en el que más se utiliza el ¿adjetivo?Es en el de los escritores por razones que me son ajenas.

 

Los intelectuales mexicanos son como la mafia o los cárteles nacionales. Se agrupan de acuerdo a sus filias y fobias y dedican la mitad de su vida a echarse la mano con becas o premios (si son amigos) o a mandarse mentar la madre, polemizar o hacer trizas a los miembros de grupos rivales. Existen vacas sagradas (Paz lo era) que van rodeados siempre de un séquito babeante que bebe sus palabras, los reverencia e incluso les puede llevar las corbatas a la tintorería.

 

Ahora bien, no conozco a un ser humano en uso de facultades que se mande hacer tarjetas de presentación que digan “Fulanito de Tal…Intelectual” porque se considera vergonzoso (y me parece normal) que alguien se autodefina de esa forma. Sin embargo, estos señores si aspiran a que los demás si los reconozcan como intelectuales lo cual me parece de una idiotez ejemplar.

 

Hace no mucho fui el mudo testigo de una polémica entre Cristopher Domínguez Michael y un señor que no me acuerdo quién era pero que le reclamaba muy molesto por una antología o un diccionario (tampoco recuerdo bien) en el que no le hizo favor de incluirlo. La respuesta llegó de inmediato y vino una réplica que me dio uno de los momentos más divertidos de mi vida porque aquello devino en vodevil. Lo que me lleva a la última característica de los “intelectuales”: sus pleitos son siempre públicos y por medio de cartas en las que se ven muy civilizados aunque se advierten veladas mentadas de madre. Recuerden las disputas entre Novo y Luis Spota, la de Fernando Benítez con la mitad del país o la más reciente entre los colectivos que hacen “Nexos” y la extinta “Vuelta”.

 

No sé que es un intelectual, probablemente nunca lo sabré y lo más importante es que no me interesa en lo más mínimo. Creo poco en las cofradías; no hay nada más mortalmente aburrido que una reunión de escritores que llevan libro bajo el brazo y son tan dipsómanos como Churchill. La mitad del tiempo hablan de libros o de autores ignotos y la otra mitad se dedican a hablar mal de los ausentes. A mí todo esto me produce mucha flojera y es por ello que prefiero a mis amigos del dominó, que son igual de briagos pero menos pomposos.

Copyright © 2023 | Fedro Carlos Guillén Rodríguez

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