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El diablito

2020
Diablo

Como siempre, Avelino dejó el diablito a la entrada de la tienda, descargó las cajas de refresco y le presentó la nota al abarrotero. Como siempre, aceptó el refresco frío y se lo bebió de un golpe, cobró el dinero, se despidió y salió de la tienda. 

Como nunca se le fue el aliento: 

  ¡Puta madre el diablito!

Donde no hacía ni cinco minutos descansaba el artefacto de carga se encontraba ahora la bicicleta de un repartidor qué en ese momento aseguraba su vehículo con un candado. 

¡Puta madre el diablito!     

¡Señor! ¿no ha visto mi diablo? ¡un diablito que estaba aquí! 

Quién sabe si el repartidor pensó que Avelino era idiota o alguien que había entrado de pleno en crisis espiritual, el caso es qué guardó el candado, se trepó a la bicicleta y se alejó pedaleando rápidamente. 

Avelino volteó en todas direcciones y se dirigió lentamente al camión calculando el precio del diablo. 

Sabía que estaba fuera de toda discusión el descuento de mil pesos en su cheque, ya que el supervisor le transmitió nítidamente el enfado y molestia de Coca Cola Inc. “Como no pierdes las nalgas güey” ante su extravío. 

¿Pagar el dinero? Ni hablar, era casi una quincena.  ¿Robar?, lentamente la idea fue ganando terreno dentro del esquema moral de Avelino, después de todo aquel sería un acto de justicia. Sus escrúpulos en realidad obedecían al temor de ser descubierto y exponerse así al escarnio público, pero con un buen plan las cosas serían diferentes. 

Esa noche tuvo un sueño; caminaba con su diablito en una calle desconocida cuando de pronto apareció de la nada un hombre de aspecto muy extraño que lo miraba fijamente. Avelino en su sueño percibió un ligero olor a azufre. 

El hombre dijo:

--¿Conque te robaron a mi tocayo?

--No le entiendo oiga, ¿cuál tocayo?

El hombre levanto su amplia gabardina y Avelino horrorizado miró una cola que terminaba en punta, toda de color rojo. El estalló en una carcajada de villano de película de pacotilla…

--En efecto, yo soy el diablo, Satanás, Luzbel, Lucifer, el príncipe de las tinieblas y he sido alertado de que entra en tus planes robar, lo que te convierte en un discípulo perfecto para mí. Me gusta la idea.

--¿Pero cómo lo sabe?

--Es mi trabajo vigilar a todos los que están por cometer cualquier acto que la gazmoñería de los humanos ha prohibido. Es mi tarea, también, ofrecerles un contrato que resuelva sus problemas, como la intención me basta yo te ofrezco que cuando despiertes encontrarás el diablito que planeas robar y tú a cambio, te convertirás en mi súbdito el día que mueras ¿qué te parece?

--¿A poco usted sabe qué día voy a morir?

El diablo sacó un aparato muy pequeño se caló unos lentes, cosa que a Avelino le pareció muy extraño y le dijo a su víctima:

--Sí, aquí lo tengo ¿te interesa saberlo?

Avelino asintió mientras un sudor frío lo empapó lentamente.

--Bien, morirás un 25 de…

Avelino despertó con un grito que hizo envejecer 20 años a su esposa. La sábana estaba empapada en sudor. Le explicó a Felipa que había tenido una pesadilla y después de bañarse y desayunar salió al patio de la vecindad. Al lado de un macetón estaba el diablito que le habían robado. En ese momento tomó tres decisiones que cambiaron su vida. Renunció a su trabajo como repartidor (el diablito desapareció misteriosamente) y recuperó sus conocimientos de aprendiz que había aprendido en una ebanistería cuando era adolescente. Abrió en la covacha un pequeño taller con dinero que su cuñado le prestó. Pasados los años adquirió cierta prosperidad porque su trabajo era de calidad. La segunda decisión que Avelino tomó y nunca explicó a nadie fue la de encerrarse a cal y canto desde la noche de todos los días 24 de cada mes y recuperar la calle los días 26, hasta que a los 80 años la muerte lo sorprendió rodeado de sus nietos en una navidad. En el momento que agonizaba pensó que había sido un hombre feliz y que eso bastaba. 

Copyright © 2023 | Fedro Carlos Guillén Rodríguez

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