Empleos absurdos
19 marzo 2025

Siempre he pensado que hay trabajos que no haría así me azotaran, se me ocurre, por ejemplo, el de cobrador en casetas de peaje o el que ejerce un deshollinador. Sin embargo, hay profesiones emergentes que me son inescrutables, empezaría por la de consultor de imagen, que es una persona cuyos servicios consisten en que evitemos rascarnos la entrepierna en público, entender que el verde no combina con el morado y en general a que seamos aceptados por nuestros semejantes como seres presentables. A mí este me parece el trabajo de un vividor que le enseña a los políticos a cargar niños o a cuidar con quién se toman fotografías ya que salir con una buenona o un narco no rinde buenos resultados. Dado que me considero una persona acuciosa es que me di a la tarea de buscar una página que ofrezca estos servicios y en su portada presenta las siguientes palabras: Refinamiento, modales, éxito profesional, cortesía, etiqueta, imagen buen gusto, actitud, protocolo personal, marca personal.
Estoy seguro que para estos profesionales yo presentaría un reto insuperable y trataré de explicar la razón caso por caso;
Refinamiento.- Ignoro cómo se comporta una persona refinada pero imagino que es aquella que hace mamarrachadas como estudiar la copa de vino, olerla y agitar suavemente el líquido. Huelga decir que no lo haré nunca por la simple y sencilla razón de que no suelo realizar actividades que no comprendo.
Modales.- Conozco los elementales como no poner los codos sobre la mesa (los pongo) o no estornudarle en la cara a un vecino, pero hasta ahí llego, he sido regañado por no ceder el lado de la pared a una dama cuando caminamos por la calle y por llegar en bermudas a una cena.
Éxito profesional.- Aquí sí no hay forma, para mí siempre ha significado un misterio el concepto ¿quién es exitoso profesionalmente? En esta sociedad normalmente se define como alguien con alta capacidad de consumo, es decir, aquel idiota que se compra un reloj de un millón de pesos o una pluma que vale más que mi esternón. Si es el caso nunca brillaré por tales cualidades, en el momento que escribo estas líneas traigo unos huaraches que costaron doscientos pesos en Zihuatanejo y un reloj de plástico que me regalaron y cuyo único valor es estimativo.
Cortesía.- Alguna vez invité a una amiga a comer, llegamos al lugar me estacioné y empecé a caminar, me di cuenta que lo hacía en soledad y cuando miré hacia el auto vi que la dama permanecía sentada en el asiento del copiloto mirándome fijamente. Entendí que no se movería de ahí hasta que le abriera la puerta cosa que hice resignadamente sabiendo que la incipiente relación no tenía el menor futuro.
Etiqueta.- Otro fracaso, las únicas etiquetas que conozco son las de los tamales que compro en el súper. Yo por etiqueta entiendo que uno sepa inclinarse ante una corona real, que no vaya en alpargatas a un evento de gala o que desfile como en un concurso canino sobre una alfombra roja para que le pregunten idioteces como: “¿quién te viste?” Lo más cercano a la realeza que he estado fue hace años que estuve afuera del palacio de Buckingham cuando un loco sacó un puñal y nos pegó un sustazo de la mismísima madre a los turistas. Nunca he asistido a un evento de gala de hecho me he puesto corbata en menos de 10 ocasiones a lo largo de mi vida y. dado que no soy actor la probabilidad de que desfile es muy cercana a cero. Dicho lo cual, en este caso les fallaré.
Imagen buen gusto.- La frase es inescrutable: ¿se refiere a la imagen se asocia con el buen gusto? No lo sé pero he sido testigo de diversos desfiles de moda en los que las modelos presentan un ropaje que ameritaría una demanda penal con agravante ocular. Nunca he conocido a alguien que acuda a tales eventos, entiendo que lo anterior puede deberse a mi condición irremediable de pelagatos. En cuanto a mi imagen se basa en la mezclilla y las rodillas de mis pantalones sufren desgaste por el uso ya que no soy el idiota que los compra rotos lo que por alguna razón probablemente tonta me siento orgulloso.
Protocolo personal.- La primera lección que recibí acerca de las reglas del protocolo fue cortesía del entonces príncipe Carlos quien declaro que cuando visitaba las colonias en la que frecuentemente había mujeres sin sostén se trataba de nunca bajar la vista y mirar directamente a los ojos. Eso me dejó una sensación de que yo nunca brillaría en sociedad. El protocolo supone que si una mujer se presenta en un salón hay que ponerse de pie. Alguna vez llegó la esposa de un amigo al bar en el que está sentado su esposo, un servidor y varios más, nadie se levantó y ella exclamó: "¿qué ya no hay caballeros?" mi amigo el Profe Díaz. respondió: "No, caballeros sí hay lo que no hay son sillas". Protocolo.
Marca personal.- La única que conozco es la que aplica un defensa central a Messi pero trataré de interpretar este término tan críptico como la creación de una imagen que equivale a una Pepsi Cola. ¿Cómo se crea una imagen personal? No tengo la menor idea ni se me ocurre que alguien mencione la siguiente frase: ¿has probado la imagen de Fedro Carlos Guillén?” Pero juguemos, mi marca sería la de un hombre viejo que utiliza lentes para ver de cerca, calvo y fumador. Visto como refugiado del este europeo y mis maneras sociales son, digamos, imperfectas.
Dicho lo cual me es claro que para pagar una consultoría de imagen a mi favor necesitaría donar mi hígado a la ciencia pero así como existe en este mundo del libre mercado existen profesiones como esta, también las hay de mamadas como “community manager” que es un señor que se encarga de postear en redes sociales los mensajes que una empresa o cualquier entidad quiera ofrecer. Los del gobierno son ejemplarmente estúpidos, confunden fechas de efemérides y meten la pata con una tenacidad encomiable. También existen las personas que se dedican a opinar sobre la vida de aquellos que llaman crípticamente “Los famosos” y entonces uno se entera que Alfredo Adame sufrió la décima madriza de su vida, que Juan Gabriel no ha muerto y que fulanita ornamentó con un par de protuberancias frontales a su novio siendo sorprendida besándose con un señor que aparentemente goza de todas sus confianzas y la abraza apasionadamente.