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Los Empaques

18 septiembre 2024
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Mi natural disipación ha determinado que tenga un par de costumbres que son invariables; los jueves por la tarde me reúno con un grupo de amigos en algo que llamamos “la tertulia” y que no es otra cosa que un espacio en el que se discute, se ríe, se aporta, pero señaladamente se toman bebidas de carácter embriagante. Dado que un requisito para ello son los hielos, es que se compra una bolsa que normalmente los trae completamente pegados por lo que es menester azotarlos contra el suelo lo que deja el piso de mi pérgola hecho una desgracia. Para paliar tal problema mi amigo Lázaro hizo favor de comprar un picahielos que me regaló amablemente. Bien, ese fue el momento en que hice el descubrimiento científico de que para abrir el empaque de cartón y plástico era necesario otro picahielos ya que el envoltorio era inexpugnable. No entiendo bien como logran que el plástico transparente tenga la consistencia del grafito ni la razón para hacerle difícil la vida al consumidor. Me ocurre lo mismo con las navajas de afeitar y con las cajas que encargo a Amazon y que logran el prodigio de que para llegar al producto solicitado se tengan que sortear tres empaques.


Con las latas es otro cantar, las hay que tienen un anillo que hay que levantar y jalar hacia arriba, dado que el borde de la tapa tiene el filo de una sierra eléctrica siempre emprendo la operación pensando que lo siguiente que recordaré es despertarme en el hospital Darío Fernández con un dedo amputado.


Un ejemplo más, recientemente compré un telescopio, dado que es poco razonable que me lo manden montado lo enviaron en un empaque pequeñísimo con todas las partes por separado, lo abrí y lo miré como se mira a alguien que te sonríe sin que sepas quién es. Debo aclarar además que mis habilidades manuales son inexistentes, no puedo clavar un clavo sin doblarlo no se diga reparar cualquier objeto eléctrico ante el riesgo de electrocutarme. La respuesta obvia era seguir el manual que consistía en un dibujo del telescopio armado, es decir el producto final sin que se me indicara el proceso de ensamble. Intenté en vano y decidí llamar a Lázaro que a cambio de dos cubas lo logró mirándome con mucha compasión y diciéndome con la mirada “ah pero qué pendejo estás”.


A lo largo de mi vida he hecho tres intentos de abrir un agua mineral de sifón, he logrado la proeza invicta de romper el plástico y dejar inservible la posibilidad de servir el líquido sin serruchar la tapa, también he caminado por la vida con un cuello rígido debido a un cartón que no le quité a la camisa.


Se podrá argumentar que mi caso es extremo y propio de un inútil, sea. De cualquier manera elevo de esta humilde tribuna a los fabricantes para que procuren hacernos la vida más fácil ¿qué les cuesta?

Copyright © 2023 | Fedro Carlos Guillén Rodríguez

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