Tlacotalpan
08 enero 2025

La idea surgió hace poco más de dos años, un querido amigo anunció que se querría “casar” en Tlacotalpan e invitar a un montón de amigos. Las comillas se deben a que se trataba de una ceremonia religiosa y él no cree en Dios. El viaje fue cancelado por la pandemia pero finalmente llegó la fecha en el mes de junio de 2022, se rentaron un par de camiones para 90 personas, el novio por algún misterio reglamentario advirtió que no se podía tomar en los autobuses, lo miré como se mira a un loco y le dije que si en los aviones se puede tomar no vería la razón, por supuesto entramos en un proceso de desobediencia civil y varios llegamos ligeramente flameados a Boca del Río donde comí algo que me fue definido como “sopa de mariscos” y lo que me fue servido era un limpio cocktail de camarón. Durante el trayecto establecí el siguiente pronóstico; alguien sería presentado ante el Ministerio Público, una pareja se disolvería y nadie llegaría a tiempo a las actividades planeadas. Los vaticinios se cumplieron a cabalidad; el hijo mamón de una invitada quiso orinarse en los arriates de la plaza y cuando la fuerza municipal lo reconvino les respondió con cierta vulgaridad por lo que fue esposado y presentado a la autoridad. Mi amigo Fernando que es abogado se presentó en completo estado de ebriedad a liberarlo y pagó una multa de mil pesos. Durante la comida de la boda, la pareja de otro invitado se bebió una cantidad de alcohol que la hizo bailar sola y hacer un completo ridículo por lo que su pareja simplemente se quedó sentado elevando los ojos al cielo. El tercer y último pronóstico lo cumplieron ¡los novios! El día de “la boda” que estaba pactada a las trece horas. Se presentó el cura que habló de la importancia de la puntualidad y arrancó la misa frente a las sillas vacías de los desposados que llegaron llenos de trabajos. Luego se cambió el tema del sermón y el momento más glorioso del día fue cuando los novios se presentaron a comulgar y les fue negada la comunión, supongo que porque el señor cura sabía que este par no cree en Dios… fue muy divertido.
El grupo se dividió en dos; los que defendimos al señor cura y los que le mentaron la madre, la mejor frase la emitió el novio quien dijo bajo ciertos efectos del alcohol: “Uno que se quiere acercar a Dios y así lo tratan”.
En la comida debimos estar a 60 grados a la sombra, un servidor llevaba una turbadora guayabera amarilla, que algún incauto me regaló porque como he dicho varias veces ni drogado me compraría tal prenda de vestir. La gente entusiasta decidió bailar y un servidor cometió sistemáticamente la grosería de negarse a bailar cuando una invitada me invitó a hacerlo, quedé como un patán, pero un patán cómodo y libre de sudor.
El clima de Tlacotalpan era tan veleidoso como Donald Trump una mañana amaneció con un tormentón y la siguiente con un sol en toda la línea, un calorón sofocante que es pasable por la belleza de la ciudad con sus casas en arquería y colores pastel que son simplemente admirables.
Hicimos una visita a Catemaco pero antes pasamos por una cascada de nombre “El Salto de Eyipantla” que en Nahuatl significa “Salto de tres chorros” en la que para acceder había que bajar más de doscientos escalones (mismos que, de acuerdo a Newton era necesario subir de regreso). El Perro apostó a que nunca lo lograría así que por un mero acto de dignidad hice un esfuerzo y llegué con la lengua de fuera pero con la auto estima a buen recaudo.
En Catemaco nos dieron un tour que se disfruta como un enjambre de abejas. Fernando estaba lastimado de las piernas y su ritmo de avance era el de un caracol de jardín, los moscos me rodeaban y lo único que quería era sentarme cosa que ocurrió dos horas después mientras yo portaba una limpia cara de guante y le pedía un limón a un mesero, mismo que me fue ofrecido media hora después.
El viaje de regreso fue un homenaje muy limpio al alcoholismo que padecemos varios de los que íbamos en el camión. Alguien sacó una botella de ron y cuando llegamos a México el aspecto de varios era el de un grupo de la unión de deshollinadores. Lázaro fue por la camioneta a mi casa en medio de un aguacero bíblico, le di mis llaves pero el paso más importante se omitió y es que llevara las llaves de su propia camioneta. Cosas del olvido.