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Los Viajes

25 septiembre 2024
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Todo empieza con una reunión en la que se consume mucho más alcohol del que la capacidad metabólica tiene capacidad de procesamiento. Por ahí de la novena cuba se plantea un viaje, el destino puede ser variado, desde los rápidos de Veracruz o los cenotes de Yucatán pasando por las grutas de Cacahuamilpa, el grupo formado por 9 personas asiente y se fija una fecha específica para la expedición.



Lo que sigue es predecible como un cometa; algunos no recuerdan las fechas, otros de plano olvidaron el viaje por lo que el grupo queda reducido a tres personas que por puro amor propio emprenden la marcha, normalmente los resultados son siempre funestos dadas las manías de los participantes; uno de ellos acostumbra levantarse al alba con el fin (que siempre me ha parecido idiota) de “aprovechar el día”, otro lleva una dieta estricta en la que no se incluye ningún derivado de lo que en español se conocen como “seres vivos” y es por ello que hay que buscar recintos culinarios que sólo ofrecen porquerías y el tercero insiste en ir a conocer la tierra de sus abuelos que resulta un caserío a 400 kilómetros de distancia.



La siguiente aberración es la de las fotografías, los viajantes se sienten obligados a tomarse instantáneas porque pasó la mosca, ello deriva en una sesión posterior en la que uno de los convocantes proyecta las imágenes que son docenas, mientras dice cosas como: “miren ahí estoy en la Torre Eiffel”.



“Si quieres conocer si amas u odias a alguien viaja con él” dijo Mark Twain es una verdad del tamaño de una casa, conozco parejas que se divorciaron después del viaje a Venecia y amistades que sufrieron una seria lesión porque uno de los viajantes compró boletos para el teatro en Broadway sin consultar a nadie y decidió cobrarlos (es un caso real).



En los viajes colectivos invariablemente…



Alguien se pierde durante horas y es menester buscarlo, porque tomo el tren a Lieja en lugar de a Brujas.

Uno de los miembros del grupo sufre una enfermedad que puede ser de calibre desigual; desde un ataque gástrico hasta el ébola.

Se olvida un documento clave en el taxi o en el Metro, puede tratarse normalmente del pasaporte o la carta que alguien le mandaba a su abuelita.

Se produce un pleito acerca de si la comida es una porquería o una delicia gastronómica.

El grupo pacta una hora determinada para encontrarse, nadie llega a la hora o al lugar convenido.

Se confunden los tipos de cambio y entonces el más idiota compra una pluma por mil pesos y cree que hizo el negocio de su vida.



El sagrado principio de que uno haga lo que le dé la gana se vuelve un proceso de negociación ante las manías ajenas. Por lo anterior es que yo casi siempre viajo sólo, se me podrá acusar de misantropía, pero, debo decirlo, soy un misántropo que disfruta la soledad de mis decisiones.



Recientemente decidí viajar y las cosas marcharon de manera irregular en gran medida debido a mi propia imbecilidad. Lo primero es que llegué al aeropuerto sin pasaporte que pensaba en mi bolsillo y en realidad se encontraba en el estudio de mi casa, lo que se convirtió en un vodevil de Uber, minutos más tarde ya documentado, mis lentes se esfumaron de la charola en la banda de rayos X ¿cómo ocurrió esto? Misterio, tuve que salir a una tienda a comprar otros dándole un madrazo a mi patrimonio. En la estación de Atocha me convertí en un mago ya que diez segundos antes tenía el boleto a Barcelona y de pronto desapareció. En la casa Batlló portaba un billete de 50 euros que nadie me recibía cuando vi una máquina con fotos de billetes, introduje el mío y me sentí transportado de inmediato a Las Vegas ya que la máquina me ofreció 50 monedas de un euro que pesaban como dos kilos.

Absurdos.

Copyright © 2023 | Fedro Carlos Guillén Rodríguez

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